jueves, 23 de febrero de 2012

El Archipiélago de Socotora o Socotra

A medio camino entre África y Asia, cerca de la boca del golfo de Adén, emerge la isla de Socotora, la más importante del archipiélago al que da nombre. 

Si no fuera por la infatigable dinámica de las placas tectónicas, Socotora estaría hoy encajada entre Somalia, a la que está unida bajo el agua a través de la plataforma continental, y la República del Yemen, país al que pertenece. Sin embargo, los designios geológicos quisieron que se independizara de África y de Asia, emprendiendo así un aislamiento geográfico milenario que ha generado uno de los lugares con más endemismos del planeta. Por este motivo, en 2003 la Unesco declaró el archipiélago Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad cinco años después.

Su excepcional biodiversidad es comparable a la de las islas Galápagos o Mauricio, por citar dos lugares célebres por su riqueza biológica. Que la de aquí sea mucho menos conocida es debido a que en 1967, tras obtener su soberanía después de 80 años de protectorado británico, Socotora fue declarada zona militar, estuvo cerrada al mundo hasta 1994 y no tuvo aeropuerto internacional hasta cinco años después. Si añadimos los fuertes monzones que la azotan, impidiendo durante cuatro meses al año el acceso a la isla por aire y por mar, no es de extrañar que sus habitantes constituyan una sociedad que ha podido desarrollarse muy poco desde que los primeros moradores se asentaran en ella en el siglo IV a.C. Hoy, en todo el archipiélago, formado por cuatro islas y dos islotes, viven unas 44.000 personas, casi todas en Socotora y sólo dos de las otras tres islas, Abd al-Kuri, Samha y Darsa, están habitadas por unos pocos centenares de habitantes.

Y eso que desde el año 100 a.C., Socotora ha sido una importante escala para los comerciantes entre Europa y Asia, Arabia, India y África. Durante siglos, los lugareños han comerciado con las resinas de incienso, de mirra y de sangre de dragón, un drago muy preciado a cuyo látex se atribuyen propiedades curativas. Sin embargo, no hay industria ni prácticamente agricultura. Sus habitantes se dedican a la pesca artesanal, a la ganadería de cabras y ovejas y al cultivo de dátiles. Una precaria economía de subsistencia que provoca que la mayor parte de la población viva por debajo del umbral de la pobreza y dependa, para sobrevivir, de las ayudas del gobierno de Yemen, de las ONG y de Naciones Unidas.






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