Domingo 29 de enero de 2012
Apropósito del excelente trabajo de Federico Bernal en el diario Tiempo Argentino titulado ¨Geopolítica, recursos naturales y genocidio: la trama oculta de la Isla Diego Garcia¨ decidí no solo reproducirlo completo si no también subir el documental que narra la historia de las islas por John Pilger y la aclamada nota de Andy Worthington aparecida en Counterpounch en 2007, la que habla específicamente de la implicancia anglo norteamericana en el campo de prisioneros que se mantiene en la isla.
Geopolítica, recursos naturales y genocidio: la trama oculta de la isla Diego García
Por
Este relato histórico evidencia la hipocresía británica, que en 1965 compró el archipiélago de Chagos y desplazó a sus habitantes originarios al sólo efecto de crear un énclave estratégico en el Índico. Argumentos para la Argentina en Malvinas.
En 1965 y a cambio de su independencia, Gran Bretaña compró a su colonia Mauritania las islas del Archipiélago de Chagos, ubicadas en el corazón del Océano Índico. El precio de la “independencia”: 3 millones de libras, franca violación a las resoluciones de las Naciones Unidas 1514 (la independencia de una colonia es un hecho inalienable y no puede estar sujeta a ninguna condición o negociado) y 2066 XX, resolución que invitaba a Gran Bretaña “a no tomar ninguna acción que tienda al desmembramiento del territorio de Mauritania y viole su integridad territorial”. Nada pudo hacer la ONU. La paradisíaca isla Diego García iba a convertirse en una poderosa base militar anglosajona. Concretada la compra, el archipiélago pasó a denominarse Territorio Británico del Océano Índico (TBOI). Un año después, en 1966, el gobierno de Harold Wilson firmó un acuerdo militar con los Estados Unidos por el arrendamiento del TBOI. La adquisición –por 50 años con un adicional de 20 más– obedeció a la presunción estadounidense de una fulminante avanzada soviética sobre la región. Sin embargo, un grave inconveniente asomaría en el horizonte, y no precisamente de naturaleza comunista. La adquisición de Chagos por parte de la corona convirtió a los 2000 nativos del archipiélago en súbditos de la reina de Inglaterra. Y como EE UU impuso la condición de recibir el archipiélago absolutamente despoblado, los nativos devinieron en estorbo. Su expulsión masiva se hizo necesaria. Los “deseos” de los chaguenses cotizaron por debajo de las célebres tortugas gigantes de la vecina isla de Aldabra, previamente descartada por los EE UU como base militar por la presencia de los apáticos quelonios. A continuación, los orígenes de la base militar más importante del imperialismo en la región Asia-Pacífico, las razones para su emplazamiento, el genocidio de la población local y la hipocresía británica en relación a Malvinas.
CUANDO LAS TORTUGAS IMPORTAN MÁS QUE LOS SERES HUMANOS.
La población nativa del archipiélago Chagos –originaria y no trasplantada como en el caso de los kelpers– habitaba las islas desde hacía más de 200 años al momento de la operación de 1965. Como se dijo, los casi 2000 descendientes de esclavos africanos y agricultores indios, con identidad y cultura propias, debían ser desterrados sutil y elegantemente. A tales efectos, el Foreign Office abrió una Oficina Colonial (OC) en la isla Diego García. Sir Paul Gore-Booth, al frente de la OC, justificaba con estas palabras la macabra operación en ciernes, en 1966: “El objetivo de este procedimiento es hacernos de un par de rocas que habrán de permanecer nuestras; no quedará población indígena a excepción de las gaviotas, gaviotas que aún carecen de comité propio (el estatus provisto por el Comité de la Mujer no cubre los derechos de los pájaros).” Pero la barbarie del británico admirador del Facundo debía cubrirse con una patina de civilización, de legitimidad.
Así fue que nació el mito de que los chaguenses (originarios del archipiélago) no eran nativos, sino trabajadores migrantes contratados a estados vecinos sin ningún tipo de ligazón cultural ni histórica con las islas. A propósito, existen infinidad de documentos que demuestran la diabólica estrategia, todos emitidos por el mismísimo Foreign Office (FO) durante los años de la expulsión (1965-1973). El más conocido, el de 1970, escrito por el asesor legal del FO y titulado “Manteniendo la Ficción”: “Resulta importante mantener la ficción de que los habitantes de Chagos no son una población permanente ni semipermanente.” La “ficción” fue complementada con una planificada política de asfixia económica a los nativos. Conforme señala Mark Curtis en su genial libro Web Of Deceit: Britain’s Real Foreign Policy (la portada lleva una profusa recomendación de Noam Chomsky), el FO declaró en 1972 que “al momento de crearse el TBOI se decidió dejar de invertir en las plantaciones del archipiélago, hasta abandonarlas”.
En fin y al concluir 1971, los chaguenses habían sido literalmente removidos de Diego García, traicionados en las promesas de una vida mejor así como en la compensación económica que habrían de recibir por su traslado. El brutal genocidio fue ocultado al mundo, que recién comenzó a saber de lo ocurrido en septiembre de 1975. Los “deseos” de las tortugas gigantes –descendientes de los reptiles– fueron priorizados por sobre los “deseos” de los nativos –descendientes de esclavos y agricultores indios–.
DIEGO GARCÍA Y MALVINAS: LA CONTRADICCIÓN VISTA POR UN BRITÁNICO.
En agosto de 1982 se conoció el informe del periodista e investigador británico John Madeley cuyo título fue “Diego García: a Contrast to the Falklands”. Su lectura no puede ser más oportuna y recomendable. Luego de una detallada introducción histórica a la tragedia humanitaria en Chagos, Madeley señala: “El tratamiento dado a los chaguenses por parte de los británicos contrasta elocuentemente con el brindado a los pobladores de las Islas Falklands en la primavera de 1982. La invasión (sic) de las Falklands fue furiosamente resistida por las fuerzas británicas que viajaron 8000 millas,…a un costo de 1000 millones de libras y de muchas vidas argentinas y británicas perdidas. Muy lejos de ser defendida, Diego García fue entregada sin habitantes, siquiera consultados antes de haber sido removidos. Mientras que los deseos de menos de 2000 isleños de las Falklands fueron tan importantes para los británicos –al punto que virtualmente modelaron su política exterior en América del Sur–, los deseos de los habitantes de Chagos jamás contarían para nada. (…) Entre 1965 y 1971, sus propios ciudadanos (súbditos de la Corona) fueron convertidos en refugiados.”
MALVINAS, GEOPOLÍTICA Y RECURSOS.
El mismo Departamento de Defensa que hoy reconoce al gobierno de facto británico en una parte del territorio insular de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, manifestó al propio congreso en 1972: “Las islas (Chagos) están virtualmente deshabitadas y la construcción de la base no causará ningún problema político doméstico” (Curtis, Ob. Cit.). Según señala un artículo de la revista Asian Security publicado en 2010 (Diego García and the United States Emerging Indian Ocean Strategy), la región litoral bañada por el Índico contiene 1/3 de la población mundial (unas 30 naciones), 62% de las reservas mundiales probadas de petróleo, 35% de las de gas natural, 40% de las de oro, 60% de las de uranio y 80% de las de diamantes. El Índico es asimismo clave por contener al Golfo Pérsico y los estrechos de Ormuz y Malacca. Más del 20% del suministro mundial de crudo y cerca del 93% del petróleo proveniente del Golfo atraviesan sus aguas. Y el listado continúa. Diego García ha sido pieza fundamental en todas las intervenciones militares anglo-estadounidenses en Medio Oriente durante las últimas tres décadas. Repensar Malvinas desde Diego García es dar un salto cualitativo de vital trascendencia para la defensa de la seguridad nacional argentina y de la Unasur. Implica contraatacar desde el plano de la historia, la política, la geopolítica y la defensa de los recursos naturales, tal como la presidenta señaló en su discurso del pasado miércoles. Implica, de igual forma, desenmascarar la hipocresía y el cinismo de la posición británica hacia la población kelper. “El objetivo de este procedimiento es hacernos de un par de rocas que habrán de permanecer nuestras”, memorando del Foreign Office, 1966. Treinta años antes, en otro memo y en relación a Malvinas, expresó: “No es fácil explicar nuestra posición sin ponernos nosotros mismos en bandidos internacionales.”
El robo de una nación: Islas Diego Garcia, un documental de John Pilger
Paradogicamente este documental que narra los hechos del genocidio británico en Diego Garcia ganó el premio a ¨mejor documental britanico¨en 2004.
Sinopsís oficial:
El galardonado reportero de investigación John Pilger nos cuenta cómo el Gobierno británico expulsó a la población de las islas Chagos en el Océano Indico, en secreto y de manera brutal fueron expulsados de su tierra natal por los gobiernos británicos de finales de los años 60 y principios de los 70, para dar paso a una base militar de los EEUU.
Diego García es la mayor base militar de EEUU fuera de sus fronteras. Hay más de 4,000 soldados, dos pistas de aterrizaje para bombarderos, treinta buques de guerra y una estación de satélites espías. El Pentágono lo denomina “plataforma indispensable” para vigilar el mundo.La base, en la isla principal del archipiélago, Diego García, fue una plataforma de lanzamiento para las invasiones de Afganistán e Irak.
Un amplio número de evidencias ha sido recopilado por John Pilger y el productor Chris Martin, todo obtenido de archivos oficiales, que nos muestran una de las conspiraciones más impactantes de los tiempos modernos, y que continúa hasta el día de hoy.
Director: John Pilger and Christopher Martin Guión:John Pilger Título Original: Stealing a Nation Productor: Christ Martin para Granada Television (Manchester)Año:2004 País: Reino Unido Duración:57'
Los fantasmas de Guantánamo La vergüenza de Diego García
Por Andy Worthington para Counterpounch (2007) www.counterpunch.org/
Una de las historias más sórdidas y de más larga trayectoria en la historia colonial anglo-estadounidense – la de Diego García, la principal isla del archipiélago Chagos en el Océano Índico – volvió a alzar su fea cabeza el viernes cuando el comité de asuntos exteriores compuesto por todos los partidos del Reino Unido anunció planes para investigar afirmaciones que venían de largo de que desde 2002 la CIA ha retenido e interrogado a sospechosos de al Qaeda en una prisión secreta en la isla.
La vergonzosa historia de Diego García comenzó en 1961, cuando fue seleccionada por los militares de EE.UU. como una base geopolítica esencial. Ignorando el hecho de que ya había 2.000 personas viviendo en el lugar, y que la isla – una colonia británica desde la caída de Napoleón – había sido colonizada a fines del Siglo XVIII por plantadores de coco franceses, que llevaron jornaleros africanos e indios de las Islas Mauricio, estableciendo lo que John Pilger llamó “una afable nación criolla con prósperas aldeas, una escuela, un hospital, una iglesia, una prisión, un ferrocarril, muelles, una plantación de copra,” el gobierno laborista de Harold Wilson conspiró con los gobiernos de Lyndon Johnson y Richard Nixon para “barrer” y “desinfectar” las islas (las palabras provienen de documentos estadounidenses que fueron posteriormente desclasificados).
Aunque numerosos isleños hacen remontar su ascendencia a cinco generaciones, un responsable del Foreign Office (ministerio de exteriores británico) escribió en 1966 que el objetivo del gobierno era “convertir a todos los residentes existentes... en residentes a corto plazo, temporales,” para poder exiliarlos a las Islas Mauricio. Después de haber sacado a los “tarzanes o sirvientes para todo,” como describiera un memorando británico a los habitantes, los británicos cedieron efectivamente el control de las islas a los estadounidenses que establecieron una base en Diego García, la que, con el pasar de los años, ha llegado a ser conocida como “Campo Justicia,” completa con 2.000 soldados, anclaje para 30 barcos de guerra, un vertedero nuclear, una estación de satélites espía, centros comerciales, bares y un campo de golf.” Las islas fueron despejadas tan exhaustivamente, y el procedimiento fue tan oculto, que en los años setenta el Ministerio de Defensa británico tuvo el descaro de insistir: “No hay nada en nuestros archivos sobre una población y una evacuación.”
Sufriendo en exilio, los isleños de Diego García, los chagosianos, han luchado en vano por obtener el derecho de volver a su hogar ancestral, logrando una sorprendente victoria en la Alta Corte en 2000, que dictaminó que su expulsión fue ilegal, y sufriendo luego un revés en 2003 cuando, con un autoritarismo típicamente despótico, Tony Blair invocó una antigua y arcaica “prerrogativa real” para volver a abatir sus demandas. Aunque la corte de apelaciones revocó esta decisión en mayo de 2006, dictaminando que el derecho de los isleños al retorno era “una de las libertades más fundamentales conocidas por los seres humanos,” queda por ver cómo este tardío reconocimiento judicial de sus derechos puede ser adaptado a la insistencia estadounidense de que su archipiélago militar-industrial continúe limpio de extraños.
En su resistencia contra las demandas de los isleños, Blair y el Foreign Office protegían claramente los intereses de sus aliados estadounidenses, para los cuales la importancia geopolítica de Diego García como una base estratégica ha aumentado recientemente por su uso, y el uso de algunos de los barcos anclados allí, como prisiones en ultramar fabulosamente remotas en las cuales pueden retener e interrogar a sospechosos de “alto valor” de al Qaeda.
La sospecha, que ha prometido investigar el comité de asuntos exteriores, es que en Diego García los estadounidenses encontraron a un socio muchísimo más anuente en la tortura – el gobierno británico – que los que han encontrado en la mayoría de otros lugares escogidos para prisiones secretas de la CIA. Según varios informes conocidos desde hace años, los otros socios de los estadounidenses en el juego de la tortura en ultramar – Tailandia, Polonia y Rumania, por ejemplo – sólo estuvieron dispuestos a ser remunerados durante un cierto tiempo antes de que les entrara miedo y enviaran a la CIA a hacer sus maletas.
Queda por ver si el comité investigará a fondo o no. La obra benéfica legal Reprieve basada en Gran Bretaña, que ha solicitado desde hace un cierto tiempo una investigación semejante, ya señaló al comité en un planteamiento que cree que el gobierno británico es “potencialmente un cómplice sistemático en los crímenes más serios contra la humanidad de desapariciones, torturas y detención incomunicada prolongada.” Clive Stafford Smith, director legal de Reprieve, dijo al Guardian que es “absoluta y categóricamente seguro” que se ha retenido a prisioneros en la isla.
Al ser cuestionado por parlamentarios diligentes como Andrew Tyrie, el miembro conservador del parlamento de Chichester, que es un acérrimo oponente del uso por la CIA de “entregas extraordinarias,” el gobierno británico ha sostenido persistentemente que cree en las “garantías” dadas por el gobierno de EE.UU. de que ningún sospechoso de terrorismo ha sido retenido en la isla, pero existen varias razones convincentes para concluir, al contrario, que el gobierno en realidad está diciendo verdades a medias.
Estudios de aviones utilizados por la CIA para su programa de entregas han establecido que el 11 de septiembre de 2002, el día en el que el complotador del 11-S Ramzi bin al-Shibh fue capturado después de un tiroteo en Karachi, uno de los aviones de la CIA voló de Washington a Diego García, vía Atenas. Bin al-Shibh no volvió a aparecer hasta septiembre de 2006, cuando fue trasladado a Guantánamo, y no ha hablado de sus experiencias. A diferencia de su supuesto mentor Khalid Sheikh Mohammed, se negó a participar en su tribunal en Guantánamo anteriormente durante este año, pero no es la única pieza del puzzle de la tortura que ha sido reconstruida por investigadores diligentes.
En junio de 2006, Dick Marty, un senador suizo que produjo un informe detallado sobre las “entregas extraordinarias” para el Consejo de Europa, también concluyó que Diego García fue utilizada como una prisión secreta. Después de hablar con importantes agentes de la CIA durante su investigación, declaró al Parlamento Europeo: “Hemos recibido confirmaciones convergentes de que agencias de EE.UU. han utilizado Diego García, que es de responsabilidad legal internacional del Reino Unido, en el ‘procesamiento’ de detenidos de alto valor.”
Anecdóticamente, los resultados de Marty han sido confirmados por otras fuentes. Manfred Novak, Relator Especial sobre la cuestión de la Tortura de la ONU, declaró que oyó de “fuentes fiables” que EE.UU. ha “retenido a prisioneros en barcos en el Océano Índico,” y detenidos en Guantánamo también mencionaron a sus abogados que fueron retenidos en barcos de EE.UU. – aparte de los retenidos en el USS Bataan y el USS Peleliu, que mencioné en mi libro “The Guantánamo Files.” Un detenido declaró a un investigador de Reprieve: “Uno de mis compañeros prisioneros en Guantánamo estuvo embarcado en un barco estadounidense con unos 50 otros antes de llegar a Guantánamo. Me dijo que había unas 50 personas adicionales en el barco; todos estaban encerrados abajo. Los detenidos en el barco fueron golpeados aún más severamente que en Guantánamo.”
La evidencia más incriminadora de todas, sin embargo, provino no de oponentes de Guantánamo o, indirectamente, de los sometidos a algunos de los abusos más horrendos del régimen, sino de una honrada persona con acceso a información privilegiada, Barry McCaffrey, un general de cuatro estrellas de EE.UU. en retiro, que es ahora profesor de estudios de seguridad internacional en la academia militar de West Point, al que se le escapó dos veces que Diego García ha sido utilizada para retener a presuntos terroristas, como se han esforzado por sostener los oponentes del gobierno. En mayo de 2004 declaró despreocupadamente: “Probablemente retenemos a unas 3.000 personas, sabe, en el aeropuerto Bagram, Diego García, Guantánamo, en 16 campos en todo Iraq,” y en diciembre de 2006 de nuevo volvió a soltar la pepa, diciendo: “Están tras las rejas... los tenemos en Diego García, en el aeropuerto Bagram, en Guantánamo.”
¿Necesitamos más pruebas?
ANDY WORTHINGTON is a British historian, and the author of ‘The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America’s Illegal Prison’ (to be published by Pluto Press in October 2007).
He can be reached at: andy@andyworthington.co.uk
No hay comentarios:
Publicar un comentario